jueves, 4 de abril de 2013

Esbozos sobre la opresión capitalista-patriarcal


(¿Por qué la revolución será feminista o no será?)



Por M.Piñeyro

Es difícil hablar objetivamente de las condiciones de opresión hacia las mujeres y más aún de la necesidad de ser –como respuesta a dichas opresiones- una mujer revolucionaria. Es difícil dejar a un lado esa parte que es experiencia, ese “estar en nuestra piel”; es difícil expresar y transmitir cómo vivimos y padecemos como mujeres inmersas en este sistema económico capitalista y patriarcal. Sin embargo, el esfuerzo es necesario.

Si buscamos las líneas de opresión que se ejercen sobre las mujeres, podemos ver cómo se va dilucidando toda una red que se extiende desde el trabajo hasta casa, pasando por nuestras relaciones personales, sexuales y sentimentales, un “todo” contenido en la misma estructura ideológico-cultural que va formando individuos en esta sociedad; y es que nada escapa a la red del capitalismo y el patriarcado, ni siquiera el entorno más político y reivindicativo (muy a nuestro pesar).

Capitalismo y patriarcado resumen el paradigma social en el que vivimos: a) en la organización económica, unas personas tienen los medios de producción y otras la fuerza productiva o fuerza de trabajo (por lo que los primeros tienen dominio sobre los últimos); b) en la organización socio-cultural a los hombres se les atribuyó la racionalidad, la fuerza y la capacidad productiva, y con ello un rol social protagonista, mientras que a las mujeres se les dijo que poseían un instinto maternal, que eran sensibles, débiles (en lo que a fuerza se refiere), y que tendían a quedarse cuidando a las crías, y a ser –por ello, por pura biología- buenas en el hogar (y todo se resumió en un rol asociado a la capacidad reproductiva).

Por otro lado, ambas ideas giran en torno al concepto de propiedad: el capitalismo, de la propiedad privada, y el patriarcado de la propiedad (indirecta) de las personas. Y es que, a pesar de relacionarse muy bien (el capitalismo tiene una capacidad esperpéntica de adaptar a él todo lo que encuentra a su camino), capitalismo y patriarcado tienen edades diferentes. Si el sistema capitalista fue tomando su actual forma a partir del siglo XVIII, el patriarcado, por su parte, ha sido una característica de la cultura occidental desde prácticamente sus inicios; ya las sociedades griegas mantenían a las mujeres al margen de la actividad política (actividad fundamental en aquella sociedad, pues se consideraba que la política nos hacía verdaderamente humanos y seres libres) remitiéndola al servicio como “ser reproductivo de hombres”, y los romanos tenían como cúpula de la organización familiar al “pater familia” (patriarca), cuyo poder se extendía hacia toda la familia en propiedad.


> ESCLAVIZADAS EN CASA Y POR LOS “CUIDADOS”


La nueva etapa científica que se dio después de la teoría de la evolución de Darwin fue modelando el concepto de mujer, hasta llegar al que se maneja hoy en día. Toda una serie de argumentos fueron esgrimiéndose para justificar unas cualidades concretas en los hombres y otras en las mujeres. Desde entonces se mantuvo que parte de la evolución era el hecho de que el hombre contara con una mayor capacidad racional y creativa, por lo que había sido él quien desarrollara todo tipo de herramientas para dominar la naturaleza (y así vemos en los libros al hombre como protagonista de todos los dibujos que describen el descubrimiento del fuego, la rueda, etc.). Por otro lado, a las mujeres se les atribuye el instinto maternal como cualidad fundamental para la evolución, que le llevó (y lleva) a cuidar de las crías y tener una sensibilidad especial (de ahí que siempre se diga que las mujeres somos más emocionales y los hombres más racionales, y que estos últimos se encargan de proteger –por una cuestión de fuerza y capacidad- a las primeras). En El origen del hombre (1871) Charles Darwin expone: “El hombre difiere de la mujer por su talla, su fuerza muscular, su velocidad, etc., y también por su inteligencia”.

Con toda esta información en el imaginario colectivo, no es de extrañar que prácticamente todas las mujeres seamos criadas como trabajadoras del hogar y que sean incluso las mujeres-madres también transmisoras de estas ideas heredadas de generación en generación desde hace siglos.

Todo esto deriva en:

1) que se nos haya negado el derecho de no ser madres, como si ser madre fuese lo único propio de la mujer, lo que la completa. Ser madre se ha asociado también con una obligación para con la sociedad (influencias también de la religión): de ahí a que aún entremos en intensos debates cuando se exige un aborto libre, seguro y gratuito, es decir, el derecho a una maternidad elegida, la libertad de decidir sobre nuestros cuerpos.

2) que el ámbito del hogar, el ámbito doméstico, siempre haya estado relacionado con las mujeres. Pero no sólo ha significado esto que seamos las encargadas de limpiar, planchar, cocinar y de criar a los hijos e hijas, sino que además, se ha relacionado con encargarse de las situaciones de emergencia que requieran tiempos completos o sacrificios (como por ejemplo dejar de estudiar cuando se tienen hijos, dejar un trabajo por el mismo motivo o intervenir como la parte conciliadora en los conflictos familiares). Todo esto lo podemos englobar en un concepto muy importante: los cuidados.

Por cuidados entendemos todas aquellas actividades que constituyen el encargarse de alguien, como los ejemplos que se planteaban anteriormente. Si miramos a nuestro alrededor podemos ver que las mujeres de las familias son las encargadas siempre de cuidar a un padre o madre enfermo o a familiares mayores; parece, además, estar relacionado directamente esto con la atribución de “sensibilidad” (supuestamente inherente a las mujeres) el hecho de que cuando se da un conflicto en la familia se busque a la mujer para consolar, mimar, cuidar, mientras que al hombre se le quita esta cualidad y se le incita desde la infancia a reprimir cualquier muestra de dolor, debilidad, empatía o sensibilidad (por ejemplo en la frase “los hombres no lloran”).

Por último, no podemos olvidar que el trabajo doméstico, además de no ser (generalmente) valorado ni pagado, genera en las mujeres una dependencia económica de su pareja, lo que le somete aún más.

En resumen, estamos hablando de la plusvalía indescifrable de criar, mantener y cuidar a los seres humanos que son -hoy- tiempo y sangre fresca que continúan alimentando este sistema económico depredador. El trabajo invisible de las mujeres es opresión invisible. Las mujeres somos las esclavas del hogar y de los cuidados, por eso en las últimas huelgas generales se ha pedido desde el feminismo una “Huelga de Cuidados” para visibilizar este trabajo de las mujeres que no se suele tener en cuenta y que es la parte fundamental de la maquinaria del capitalismo.


> ESCLAVIZADAS EN EL TRABAJO

Como seres que venden su fuerza de trabajo para poder sobrevivir, las mujeres pueden padecer – en este sentido- como cualquier otro miembro de la clase proletaria, víctima del trabajo asalariado. Sin embargo, hay determinadas condiciones laborales propias de las mujeres que le han llevado a reivindicar su condición en sus sitios de trabajo, como por ejemplo el riesgo de ser despedidas por estar embarazadas, el acoso sexual o el pago de un sueldo más bajo que el de un hombre a pesar de desempeñar el mismo trabajo.

Habría que sumar a todo esto la ya normalizada condición de objeto sexual, que se evidencia en tipos de trabajos donde se exige una apariencia concreta (de belleza estereotipada) relacionado con la buena venta del producto: azafatas de vuelo, azafatas de eventos, promotoras de productos, camareras en bares de noche, etc.
Por último, no podemos dejar de nombrar la prostitución y las precarias condiciones en que las trabajadoras del sexo ejercen su actividad (sin ningún tipo de derecho laboral)


> ESCLAVIZADOS NUESTROS CUERPOS
[Este apartado será quizás el más ambiguo y controvertido. Pero aún así me arriesgo a intentar resumir la esclavitud de los cuerpos]


A partir del siglo XX comienzan los estudios del lenguaje, el significado y el poder como elementos constitutivos de la identidad y controladores de nuestra forma de actuar.

Esto repercute en varias cosas:

1) se empieza a entender que el capitalismo y sus sistemas de poder no sólo nos roban nuestro tiempo y fuerza productiva como trabajadoras/es asalariadas/os, sino que además limita la actuación de nuestros cuerpos a través de las "normas": los somete, los controla, los reprime en otros ámbitos, sobre todo en el sexual y el reproductivo. Y con ello tiene un control absoluto sobre nosotras/os. Por ello se dice que "nuestros cuerpos son un campo de batalla".

2) si bien la lucha de las mujeres es más extensa hacia el pasado que el siglo XX (y la lucha de los colectivos LGTB -IQ hoy*- también), durante estos tiempos, sin embargo, empieza a tomar relevancia el cuestionamiento del género, y el de la interpretación de los cuerpos mismos, como construcción social. Hay más géneros que masculino y femenino, hay más cuerpos que hombre y mujer, hay más formas de tener relaciones afectivas o sexuales que heterosexuales o de pareja (¡podemos ser 3 o 4 o las que queramos!), hay más formas de relacionarse que a través de la reproducción, hay más formas de querer que la fidelidad o la del contrato institucional/religioso, y sobre todo: hay más formas de vivir y sentir tu cuerpo, de disfrutarlo. Y la negación de todo esto, es represión pura y dura. Sometimiento. De ahí que se englobe hoy todo en una crítica de la "heteronormatividad" (heteronormatividad como regulación de nuestros cuerpos, de nuestras vidas -desde el poder- a través de la norma heterosexual relacionada íntimimamente con la reproducción y de ahí con la producción capitalista como expliqué en el punto de los cuidados).

3) Por último, se entiende que las relaciones de poder son más amplias que el simple "trabajador/burgués". Si bien esta relación de opresión es característica en nuestras sociedades capitalistas, también es cierto que hay otra serie de relaciones de opresión a tener en cuenta y a combatir. Ejemplos: norte/sur, imperialistas/colonizadas, blanca/negra, hombre/mujer, hetero/bisexual... Con esto, se asume que la situación de privilegios puede cambiar según la persona pero también según los contextos en los que se encuentre en relación con las demás personas ; aunque se pueda afirmar que el poder de dictar normas lo concentra el "hombre-blanco-occidental-heterosexual-burgués" se reconoce la complejidad del entramado social.

Todas estas cuestiones han hecho que se replanteen las tesis del feminismo que entendía como sujeto revolucionario a "la mujer" (planteando ahora que hay muchos tipos de mujeres y de sujetos oprimidos, y con ello variedad de sujetos revolucionarios del feminismo, influenciadas por su cultura, religión, cuerpo, trabajo, etc.), y también del marxismo economicista que habla sólo de relación oprimido-opresor en términos económicos (que se llegue al "socialismo" no implica acabar con la opresión patriarcal, o quizás sea mejor decir que nunca llegaremos realmente al socialismo si pervive el patriarcado, el machismo y el control de los cuerpos).

De todas formas, aclarar que esto es solo un resumen, y que estos temas aún son ampliamente debatidos y generan controversia allá donde afloran**.



> ESCLAVIZADAS POR LA BELLEZA


Este punto está relacionado con el anterior, pero es mejor dedicarle unas palabras específicas por ser la publicidad uno de los elementos socializantes más importantes de nuestro tiempo, difusor de ideas a través de los más de diez mil anuncios que percibimos diariamente.

Uno de los regímenes de control de los cuerpos pasa por la norma de belleza, condición sine qua non del concepto "mujer". La exigencia de la belleza en las mujeres es una de las mayores violencias que se ejerce sobre ellas.

Todas las personas, pero especialmente las mujeres, somos el blanco de numerosas empresas (cosmética, ropa, alimentación, medicamentos, etc.) y su publicidad avasalladora que nos acompleja para que así alimentemos la maquinaria consumista; y es que -como es bien sabido- las personas felices no consumen. Nuestros complejos dan ganancias que se cuentan en millones: la obsesión de adelgazar, de ser siempre jóvenes, de estar siempre bellas y vestidas de marca en pos del éxito social y del éxito como mujer deseada... todas ideas que nos vende, impone y difunde la publicidad para generar carencias en nosotras, necesidades que se cubren luego a través del consumo incesante de determinados productos que nos prometen la felicidad, la belleza, la juventud, el éxito... y con ello el cumplimiento de la belleza estereotipada imperante a la par que se siguen enriqueciendo las empresas cosméticas y textiles.

Además, todos estos anuncios dictan normas desde su posición de poder y contribuyen a la construcción de lo que es considerado y no es considerado como una "mujer": no es de "mujeres" estar gordas, peludas, viejas, arrugadas, sin maquillarse; no es "mujer" si no es deseada, halaga, cuidada, protegida, por un hombre; no es mujer si no está casada, si no es heterosexual, si no es madre...


> ESCLAVIZADAS POR EL "AMOR"

El tema del Amor Romántico se viene hablando desde hace mucho tiempo en distintos ambientes feministas, como un intento de crítica y búsqueda de los fundamentos de nuestras relaciones afectivo-sexuales. Todas hemos sido criadas con películas de Disney (resumible en la historia de una princesa bella en apuros que espera al príncipe azul que la salve, que vivan juntos para siempre, tengan hijos y dure su amor para toda la vida), con telenovelas, y todo tipo de discursos literarios y audiovisuales que nos venden que amor hay uno sólo y que sólo hay una forma de amar, derivando ambos discursos en términos posesivos respecto a la otra persona. En el trasfondo de toda esta cuestión está -para resumir- la cuestión de la propiedad privada sentimental: ese momento en que de repente te conviertes en la-mujer-de.

Lo peligroso de este discurso , de este concepto, de este ser-de-alguien (entre otros muchos peligros) es que probablemente de ahí derive el hecho de que un hombre pueda llegar a considerar a una mujer como su propiedad y que ella lo asuma como tal; que considere él que ella le pertenece, que debe hacerle caso y obedecerle, ser exclusivamente suya, y que ello le dé potestad para controlarla y exigirle su atención y su tiempo completo, llegando a reaccionar con violencia en el caso de que las cosas no sean como él quiere.

El "amor romántico es pérdida de autonomía" reza por las redes sociales una imagen.Y probablemente tenga razón, porque, ¿no será el amor romántico y la fidelidad otro régimen de control sobre nuestros cuerpos y nuestra sexualidad?



> VICTIMIZADAS EN LA POLÍTICA

Son muchos los prototipos que se cumplen incluso en ambientes “liberados”, es decir, en espacios que consideramos alternativos y entre las personas políticamente concienciadas. Todavía continúan hoy entre nosotros/as determinados clichés o comportamientos que repetimos (la mayoría de las veces sin darnos cuenta) con los que seguimos alimentando las relaciones patriarcales: en muchos espacios socio-políticos las mujeres siguen siendo las encargadas de los temas de limpieza y organización de la comida, etc.; se continúan dando casos de acoso en colectivos políticos donde las mujeres solemos ser –además- menor en número; se continúa cuestionando las capacidades de las mujeres (intelectualidad, fuerza, iniciativa, agresividad, etc.); y se continúan utilizando discursos de alto contenido machista (no utilizar lenguaje inclusivo, por ejemplo).

Por otro lado muchas de las alternativas planteadas contribuyen no a la liberación de las mujeres, sino a una mezcla de paternalismo y victimismo desde la política: en muchos casos se continúa hablando de violencia de género desde el victimismo y no fomentando (o aún peor, CRITICANDO) la autodefensa de las mujeres; se habla de feminismo o de la liberación de la mujer desde la protección (y no desde el compañerismo); y con ello no tiene la mujer el papel protagonista en su propia lucha, se le quita la voz.

Por tanto, es necesario, indispensable, urgente, que las mujeres tomemos las riendas de nuestras luchas y los hombres respeten nuestro espacio; que los problemas de las mujeres dejen de ser sólo cuestiones de hombres, es decir, que nosotras mismas seamos las protagonistas de nuestra liberación: se puede asumir que la lucha feminista es de todo el colectivo social pero nosotras no esperamos que nadie venga a liberarnos.

No vamos a cambiar el “príncipe azul” por el “príncipe rojo”. Se acabó el ser el descanso del guerrero, el regazo donde el guerrillero acuna sus penas, libera sus tensiones y vuelve a la lucha mientras le saludamos desde la puerta...



> CONTRA EL CAPITALISMO PATRIARCAL, FEMINISMO RADICAL

Ya sea contra el sistema consumista que nos genera complejos para forrarse con ellos, contra el sistema que nos quiere como meras paridoras de seres humanos, contra el que nos explota como trabajadoras o nos reduce a los trabajos infravalorados del hogar, contra el que controla nuestros cuerpos y nuestra sexualidad, o no nos considera personas inteligentes capaces de liberarnos, la lucha contra el capitalismo es una necesidad feminista.

Pero, por otro lado, el capitalismo se ha dedicado a poner a la mercancía como centro de interés de la sociedad; ha preponderado la racionalidad patriarcal sobre otro tipo de cualidades y necesidades (solidaridad, compartir, etc.); ha alabado y fomentado el dominio de la naturaleza y de las personas, nos ha encerrado en géneros y cuerpos binarios (hombre/mujer) para así controlarnos y tener nuestros cuerpos a su disposición… Por eso la contrapartida es feminista: el feminismo exige poner al ser humano como centro de interés de la sociedad, que ningún ser humano tenga poder sobre otro bajo ninguna circunstancia, y que el dominio de la naturaleza sea roto por una relación de reciprocidad y respeto, reivindicando así un cambio profundo en el todo del paradigma social actual, en pos de la forma en la que concebimos la vida digna, o la vida que –creemos- merecemos vivir.

De ahí a que digamos bien alto y fuerte: la revolución será feminista, o no será.

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* Intersexual y Queer, son identidades incluidas desde hace unos años en los antiguos colectivos LGTB; y supongo que habrá más, pero lamento mi desconocimiento al respecto y pido disculpas por ello.

** Por mi parte solo queda decir que en este texto (a pesar de las críticas vertidas en este epígrafe) hablo de "mujeres" puesto que entiendo que las personas con estos cuerpos (bio-mujeres) seguimos siendo interpretadas o leídas como mujeres, y construidas, criadas, discriminadas y oprimidas como tales. Sirva este texto al completo como argumento.



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Algunas fuentes de este texto y con las que se puede ampliar sobre estos temas: J.Butler "El género en disputa", "Deshacer el género"; Foucault "Historia de la sexualidad"; Alicia H Puleo "Introducción al concepto de género"; Victoria Sendón de León "Coeficiente simbólico femenino"; Miguel de Moragas "Semiótica y comunicación de masas", Yrache Jiménez "La imagen de la mujer y el hombre en la publicidad" y una charla hermosa de Amaia Pérez de Orozco (youtube!: https://www.youtube.com/watch?v=Cf1YZnMv4i8).
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