lunes, 16 de diciembre de 2013

El Carpe Diem y la ideologĂ­a capitalista del "presente".

Hoy tuve una de esas clases que te dejan enroscada la cabeza, como si tu cerebro estuviera formado por miles de nudos en un Ășnico ovillo de lana imposible de desenredar.

El tema en cuestiĂłn: el tiempo.

¿CuĂĄl es el tiempo que nos ocupa? ¿En quĂ© tiempo pensamos y nos preocupamos? 

En mi caso, en mi recorrido político me han marcado mucho dos autores, cada uno mirando hacia un lado: Marx mirando al futuro, Walter Benjamin mirando al pasado. Pero eso sí, ambos buscando lo mismo: la liberación de la clase oprimida. El proletariado no tiene nada que perder salvo sus cadenas, y parece que la historia se encamina indefectiblemente hacia un futuro en el que, después de la revolución, llegue la vida armoniosa con el mundo y con la sociedad, exenta de explotación. Walter Benjamin, de escuela marxista, expondrå sin embargo en sus Tesis de la Filosofía de la Historia, que el motor de la revolución no estå en la mirada hacia el futuro, sino hacia el pasado, pues la meta es vengar o redimir a todas las generaciones de personas explotadas y silenciadas de toda la historia.

Y acĂĄ llegamos al quid de la cuestiĂłn: ¿cuĂĄl es el tiempo de la ideologĂ­a de la dominaciĂłn? ¿en quĂ© piensan los opresores? ¿en quĂ© piden que pensemos?

La respuesta es sencilla: en el PRESENTE. 

La ideologĂ­a del presente es la columna vertebral del sistema capitalista, el sistema econĂłmico que nos oprime. Él nos grita por todos los medios: ¡carpe diem! ¡piensa en el presente! ¡gasta! ¡consume! ¿quĂ© mĂĄs da hipotecarse? ¡no hay mañana! ¡no existe el pasado!

¿Y quĂ© implica todo esto? 

Implica que pienses en ti, y en NADA MÁS QUE EN TI. Implica que tu vida, tu hoy, este minuto mientras me lees, es Ășnico e irrepetible, y como no tienes nada mĂĄs, porque no hay pasado ni futuro, no querrĂĄs gastĂĄrtelo en nada ni en nadie que no seas tĂș. No regalas tu tiempo. No pierdes tu tiempo. Nos dicen que la vida pasa demasiado de prisa como para pararse a pensar de dĂłnde vienes y hacia dĂłnde vas, y terminamos pensando que "mi proyecto vital, mi individualidad, es lo que debo proteger", "no tengo tiempo para los demĂĄs".  Y aquĂ­ es que mueren todas las posibilidades de ser solidarixs. Porque la solidaridad es dar mucho. Sobre todo tiempo.

Individualismo puro y duro. Individualismo posesivo con tu vida. Levanta vallas, rejas, portones, muros. Protégete. Que todo le pase a otro. Que la violencia llegue a otra. Mientras no me pase a mí no hay problema. Yo protegida. Yo en orden. Yo en paz. Yo en mi casa. Yo, yo y yo.

La vida se convierte en hoy, ya no es un trayecto familiar, una historia colectiva, un proceso social, sino un conjunto inconexo de "hoy"s individuales. Es decir, vivimos una suerte de vida fragmentada en diferentes momentos cotidianos, sin identidad unificadora (pues no formamos parte de nada). Nos vendieron la moto del carpe diem y la gente (en su mayorĂ­a) ya no se instala en los grandes "relatos" de vida, ya no sueña revoluciones, no se siente parte de un lugar, no escucha a sus abuelas, y, asĂ­, la historia de hace cincuenta años es ya papel amarillento... ¿cĂłmo no serlo? ¡si ya nos es ajeno el ayer!

Ya no nos ponemos etiquetas. Pero no es que hayan pasado de moda. Es que perdieron su razĂłn de ser, su tiempo y su lugar.

Nada tiene principio ni fin. El capitalismo tampoco. El sistema se nos muestra intemporal: nunca empezĂł, nunca terminarĂĄ. No luches. No podrĂĄs con Ă©l hoy, por lo que no podrĂĄs con Ă©l nunca. AsĂ­ que Carpe Diem.


Velocidad, velocidad, velocidad. El frenesí de la vida sin buscar la liberación. El frenesí de la vida encadenada. Gasta. Consume. No hay mañana. Gasta.

Esta ideología difundida por películas, libros, teatro, medios de comunicación, etc., es la pieza clave del puzzle, el gran ancla que nos mantiene inmovilizadas frente a un sistema económico voraz. El tiempo es ese cambio constante para que se cumpla esa ya conocida frase de "todo cambia para que todo siga igual". El tiempo es la amenaza de la muerte. El tiempo es miedo. Y el no-mañana... urgencia.


Y las que militamos en colectivos sociales y polĂ­ticos, ¿estamos liberadas de esto? Evidentemente no, tampoco. ¿Acaso no tienen Ășltimamente la sensaciĂłn de que todo se convoca y desconvoca muy rĂĄpido? ¿Que estamos en tantas luchas que no hay tiempo para luchar por todo? ¿Que tendemos a montarnos chiringuitos de comodidad? ¿Que nos adherimos a cientos de convocatorias como si no hubiera mañana? ¿Que somos incapaces de respetar los procesos de la gente o de los colectivos o las ideas?

Hace tiempo que dejĂ© de creer en la coherencia interna. Estoy tan llena de contradicciones que solucionarlas siempre me pareciĂł una utopĂ­a. Somos seres fragmentados, la fragmentaciĂłn es parte de nuestra vida actual, del ser posmoderno o postmetafĂ­sico (no como ideologĂ­a, sino como tiempo en el que nos tocĂł vivir). 

TendrĂĄ sus cosas positivas, supongo, su punto erĂłtico de trasgresiĂłn... pero hoy encontrĂ© la parte mĂĄs negativa: tenemos la urgencia pegada a la piel como un virus del que no podemos deshacernos, la urgencia desesperante, la urgencia ansiosa, taladrĂĄndonos duramente el cerebro mientras nos sentimos impotentes. Es verdad que este mundo y este momento en el que vivimos necesita de cambios urgentes, pero Roma no se construyĂł en un dĂ­a. La velocidad es mentira, estos ritmos son mentira. Nada mĂĄs urgente, hoy, que romper con estas creencias. El mundo necesita sujetxs que se rebelen contra el modelo de pensamiento que se propaga desde el poder, ese pensamiento inmovilista e insolidario de "la vida no es mĂĄs que hoy". 

Y quien me dice que no tengo mañana, todavía no ha visto lo que yo veo: el amanecer libre en los ojos de mi abuela... el amanecer libre en los ojos de mis hijas.

La herencia del pasado.

La luz del futuro.

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“¿De dĂłnde vendrĂĄn todos? ¿DĂłnde estĂĄn ahora?”
Pero a estas preguntas hay que sonreĂ­rse y res­ponder: 
“No puede estar sino donde toda realidad ha sido y serĂĄ, en el presente y en lo que viene.”
Por consiguiente, en ti, preguntĂłn insensato, que desconoces tu propia esencia y te pareces a la hoja en el ĂĄrbol cuando, marchitĂĄndose en otoño pen­sando en que se ha de caer, se lamenta de su calda, y no queriendo consolarse a la vista del fresco verdor con que se engalana el ĂĄrbol en la primavera, dice gimiendo: “No irĂ© yo, serĂĄn otras hojas.”
¡Ah, hoja insensata! ¿AdĂłnde quieres ir, pues, y de dĂłnde podrĂ­an venir las otras hojas? ¿DĂłnde estĂĄ esa nada, cuyo abismo temes? Reconoce tu mismo
ser en esa fuerza Ă­ntima, oculta, siempre activa, del ĂĄrbol, que a travĂ©s de todas sus generaciones de ho­jas no es atacada ni por el nacimiento ni por la muerte. ¿No sucede con las generaciones humanas como con las de las hojas?

A. Schopenhauer 
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Actualizado el 17 de diciembre del 2013.

2 comentarios:

  1. Qué genial eres siempre, compa, la inteligencia de tus posts me abruma <3

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    1. Gracias por el piropo compa. Pero me sale la honestidad de confesarte que sĂłlo es reproducciĂłn y difusiĂłn de lo aprendido :)
      Un besote gigaaaaante <3

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