lunes, 5 de mayo de 2014

La obrera no tiene quien le escriba.

Análisis estructural de la canción de amor revolucionaria-patriarcal.


En el artículo de El País "El varón, arma de destrucción masiva", José Ignacio Torreblanca ofrece los datos que dan evidencia de la cruda la realidad: las mujeres somos campo de batalla y no precisamente al estilo Barbara Kruger. Ya lo decía Olive Schreiner (Woman and labour, 1911) las mujeres pagamos las consecuencias de la guerra: parimos a los seres cuya carne se pudre baleada en las fosas y nos toca ocupar los puestos de trabajo en las fábricas y los campos cuando los hombres parten; pero además somos (in)justamente las mujeres los cuerpos castigados antes, durante y después de la guerra como un espacio de combate más; somos las violadas, las agredidas, las asesinadas, las vejadas, las humilladas... el cuerpo-símbolo donde manifiestan, los hombres, su triunfo y su derrota.

Y en esto, compañerxs, hay un sólo bando: el machista y patriarcal. 

Reflejo de ello es la canción "Mi novia es de derechas", de Los Chikos del Maíz (grupo de rap cuyos miembros se autodenominan comunistas), en la cual podemos oír las siguientes estrofas: 

"Ella playback de Mecano, yo de Siniestro Total,
los GAL no estuvo mal, me dice la muy puta (...) 
Ella adora a Milton Friedman y yo a Carlos Marx.
¿Y que más da si la política nos crispa,
si cuando pegamos un polvo saltan verdaderas chispas?
Ya sabes, fuera de toda sospecha...
Follarse a pijas* es follarse a la derecha!
"

 Y es que la mujer es terreno de batalla incluso para la lucha de clases (que lucha por la liberación), donde el macho-revolucionario triunfa contra la derecha follándose el cuerpo de la mujer de la clase contraria, la enemiga, la burguesa, mientras reproduce todos los roles opresivos del heteropatriarcado (parte fundamental del capitalismo con el que -supuestamente- quieren acabar).


* La contrarrevolución de la música revolucionaria-patriarcal.

Por todo esto, me atrevo a decir que cuando las canciones ofrecen un discurso de las mujeres como campo de batalla sobre el cual los hombres se disputan la territorialidad, esa música es patriarcal, y con ello, contrarrevolucionaria, pues la mujer se convierte en una posesión colonial (una invasión territorial) donde se ha plantado bandera, al igual que en Palestina, las Islas Canarias o el Sahara Occidental. 

Sin embargo, este cariz patriarcal no es el único hándicap de este tipo de canción: los mensajes contenidos ni siquiera sirven para el propio propósito "de clase" que dicen defender quienes componen o interpretan este tipo de música. 

Conocidos cantantes-protesta como Calle 13, Juan Luis Guerra, Ruben Blades o Dame Pa'Matala, han escrito canciones en las que el protagonista es un chico pobre que se enamora de la niña rica, la conquista y la baja de escala social o les presenta el mundo de la clase baja:


 "El baile de los pobres", de Calle 13

 

 "El tango del pecado", de Calle 13



 
  "Ligia Elena", de Rubén Blades


  "Me enamoro de ella", de Juan Luis Guerra


"Yo sé", de Dame Pa Matala



En todas estas canciones, la niña rica cae rendida a los pies del obrero; en ocasiones a costa incluso de la familia de ésta, la cual se opone y quiere acabar con el idilio. Pero, ¿qué se esconde detrás de estas letras?

En un principio cualquiera podría pensar que quien escribe simplemente se ha propuesto describir unos hechos poco comunes (amor interclasista), porque seamos sincer@s, ¿quién quiere escribir sobre algo banal? No obstante, un análisis detallado de las letras no ofrece otra perspectiva: la perspectiva del triunfo de clase materializado sobre el cuerpo femenino y la repetición de los roles y discursos patriarcales-capitalistas sobre las mujeres.


1) Amor romántico 

Es una obviedad, pero hay que remarcarlo: todas las canciones de este tipo se sitúan dentro de lo que ya es conocido como "discursos de amor romántico", los cuales establecen relaciones entre las personas de dependencia, propiedad, miedo, falta de libertad, etc., en las cuales, además, el hombre posee -por lo general- la posición dominante, no tanto desde una posición abiertamente autoritaria como desde un comportamiento más benevolente que implica un machismo implícito difícil de identificar una vez hemos caído en las redes del amor cualquiera de las dos (o más) partes, y una vez que ya hemos configurado nuestras acciones desde los entramados discursivos asociados a este tipo de sentimiento.

En los casos que nos ocupan, encontramos la posición dominante desde la imagen del hombre-obrero como héroe y salvador, como persona que le presenta a la chica un mundo (sentimental o carnal) hermoso y atractivo que ella desconoce por completo. Él es un guía en el camino al abandono de sus privilegios y traición a su clase alta, la cual le llevará indefectiblemente a la felicidad. Todo esto, además, con  la correlativa tristeza, angustia y derrota de la familia y la clase alta, así como la culpabilización, infantilización y falta de agencia en las mujeres.

Esto es identificable en las siguientes estrofas de Ligia Elena de Rubén Blades,


Ligia Elena, la cándida niña de la sociedad,
se ha fugado con un trompetista de la vecindad.
El padre la busca afanosamente, lo está comentando toda la gente,
y la madre pregunta angustiada: ¿en dónde estará?
(...)
Se han mudado a un cuarto chiquito con muy pocos muebles,
y allí viven contentos y llenos de felicidad.
Mientras tristes, los padres, preguntan: "¿En dónde fallamos?"
Ligia Elena con su trompetista amándose están. 

Así como en las siguientes estrofas de Tango del pecado de Calle 13,

¡Eres una hija del demonio!
¡Estás humillando a tu patrimonio!
Mejor un Don Juan y un Juan Antonio
Se chavaron porque voy directo pa'l matrimonio.


2) Relación Sujeto-Objeto

Lo que hace posible el amor interclasista es precisamente la típica relación patriarcal sujeto-objeto. El hombre como sujeto (tal como afirmaba en el epígrafe anterior) ofrece todo un mundo de nuevas experiencias y conocimientos a la mujer; la mujer, por su parte, pone los ojos claros y la sonrisa bella.

No importa la clase social si hay "amor" porque la mujer en ese "amor" es únicamente objeto, una guarnición en el plato de la vida del obrero, donde lo importante lo pone él, dedicándose ella a decorar y embellecer el panorama. La mujer de estas canciones no es sujeto, y así no trasciende su esencia, su personalidad, sus gustos, su clase social, sus aficiones o cualquier mínimo comportamiento ajeno a su belleza, a su superficie. Y es que: No tenemos nada en común, pero tu risa nena, es lo que importa:

"Yo sé", de Dame Pa'matala:


Diles que no te conocí en un centro comercial
Que a través de la sonrisa (lenguaje universal)
Nos pudimos conectar en aquel manantial
Donde fuimos uno solo Donde éramos igual...

"Me enamoro de ella", de Juan Luis Guerra:

Ella en bienes raíces hereda la capital,
yo tengo que hacer magia para trabajar,
pero el amor se anida y no sabe de cuentas,
y cada día que pasa me enamoro de ella...

Me enamoro de ella, me enamoro de ella,
de sus ojos claros, de su risa bella,
me enamoro de ella, me enamoro de ella,
de sus ojos claros, de sus risa bella


"El baile de los pobres" de Calle 13:


Tu eres clase alta, yo clase baja
Tú vistes de seda, y yo de paja (...)
Nuestro parecido es microscópico
Pero es que por ti me derrito como gringo en el trópico


3) Omisión

La mujer de clase trabajadora no está en ningún lado, ni en las canciones de revolución (donde el sujeto revolucionario es siempre un hombre), ni tampoco, como vemos, en las canciones de amor . Es raro que una trabajadora de la limpieza, una cocinera, una trabajadora textil o doméstica, sean las protagonistas de alguna canción de amor (romántico o no). Condenadas por la pobreza a no llegar a la categoría de objeto -popular- de deseo en un mundo donde cada vez es más caro ser bella y la belleza asciende vertiginosamente en la escala de los privilegios de clase, la mujer de clase trabajadora brilla por su ausencia en el arte, incluso en el que es considerado "revolucionario".

Ellas, las que trabajan doce horas diarias, las que salen solas adelante con tres hijas, las que cuidan abuelos y hermanas, las que mueren en Bangladesh, Irak o México por culpa de las multinacionales, el narcotráfico o la industria armamentística, las víctimas de homofobia o transfobia, las que se juegan el pellejo a diario camino a casa por callejones sin luz... esas mujeres no tienen canciones, no tienen poemas, no tienen películas. Porque son las de siempre, las comunes, las que abundan. Porque son las que llevan el mundo a cuestas, pero no constituyen nada especial para los hombres de la propia clase trabajadora, sus oradores o sus intérpretes musicales. Nadie les canta nada, nadie les agradece ni reconoce nada. No están incluidas en los discursos políticos, tampoco en el arte o la revolución (como si ésta fuera posible sin ellas).


La obrera no tiene quién le escriba. Por eso la obrera se escribe y reescribe a sí misma.

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* Mujer de clase alta, adinerada.