domingo, 26 de enero de 2014

El legado del "feminismo de la igualdad" y la Modernidad



¿Qué otra cosa muestra la historia, sino marcas de inferioridad(...)?
Mary Wollstonecraft

Empezaré haciendo una declaración honesta, necesaria, ideológica, de marco de análisis, de contexto y de intenciones: soy marxista. Y como marxista creo en el progreso histórico. Esto, indefectiblemente, me lleva a asumir que parte de las investigaciones realizadas desde los tiempos de Marx hasta hoy en día suponen algún tipo de información complementaria y/o útil para la humanidad y un paso hacia adelante en la búsqueda de una sociedad justa e igualitaria, es decir, socialista. Socialista y feminista. Lo aclaro: no puede haber socialismo sin feminismo o feminismo sin socialismo. Pero no entraré en este debate ahora, exede la meta de este texto. Baste decir, para dejar las cosas claras, que la revolución será feminista o no será.

Volviendo a Marx, y en honor a él, me he propuesto hacer varios resúmenes de la historia del feminismo en los que establecer conexiones entre el batiburrillo ideológico-feminista que va desde las primeras feministas ilustradas (Wollstonecraft o de Gouges) hasta las más posmodernas del postporno, la sexualidad diversa y la transgresión corporal. Puede que logre mi propósito. Puede que no. Pero creo que es necesario intentar visibilizar la más que posible continuidad en la lucha de las oprimidas y que, lejos de estar opuestas, las teorías de la modernidad (feminismo de la igualdad) y la postmodernidad (feminismos de la diferencia, transfeminismos) se pueden presentar como complementarias, enraizadas unas ideas con otras, viéndolas como esfuerzos desde distintos puntos o posiciones, pero con un mismo destino o meta. Y es que, así como en la filosofía de la historia de Hegel yacía latente el materialismo histórico de Marx, podemos encontrar en Mary Wollstonecraft el germen de la rebelión corporal postmoderna contra la norma estética.

Pero entonces, ¿qué aportó la modernidad y qué aportó la postmodernidad al feminismo? 

Vayamos poco a poco. En esta primera parte, veremos el legado de la Modernidad.


- Modernidad
La virtud tiene sólo un patrón eterno”
Mary Wollstonecraft

Para entender las aportaciones de las feministas de la Modernidad1, debemos entender primero qué se coció en los últimos años del siglo XVIII, en el inicio de ese período conocido como Ilustración.

Esta es una época marcada por un resurgir del ideal griego clásico (el cual supuso el paso del mito al logos), es decir, una vuelta a recurrir a la razón para explicar la realidad (no a la religión), entendiendo a través de la razón se accede a la verdad (del mundo, de la naturaleza); que la verdad existe, es una sola y alcanzable; y que precisamente alcanzarla hace mejor al ser humano y contribuye a la libertad y al progreso de la humanidad en su conjunto. La razón supone un arma contra la ignorancia, la tiranía y la esclavitud. Sapere aude!, he aquí el lema de la Ilustración2.

Podemos decir que hay una relación directa entre los principios regidores de la Ilustración, con el surgimiento de los ismos en el siglo XIX (marxismo, anarquismo, etc.), entendiendo ismo como el sufijo que nos da información sobre una doctrina-movimiento-ideología-sistema, es decir, algo sistematizado y estructurado. En el caso del feminismo, que es el que nos compete, en el fondo estamos hablando de una amplia percepción, una teoría (movimiento, una visión de la realidad) que aparece como respuesta a una estructura opresora: la que oprime a las mujeres (que más adelante recibió el nombre de patriarcado o sistema sexo-género). Esta visión de la estructura tiene raíz en la Ilustración, y desde ella comienza su desarrollo. En un principio, con planteamientos, exigencias y reclamos a las personas que detentaban el poder; más tarde, en contra del identificado sistema opresor.


En resumidas cuentas, la Ilustración como movimiento político, social y filosófico supuso la idea de que la razón traería luz sobre las tinieblas que asolaban a la humanidad. Sus valores podemos resumirlos en los siguientes: razón, verdad, libertad, igualdad y progreso. La verdad como meta accesible a través de la razón humana; la igualdad y la libertad como condiciones comunes y necesarias; y la educación como método de conseguir todo lo anterior. Mary Wollstonecraft, hija de su tiempo, afirma en Vindicación de los derechos de la mujer (1792): “la verdad, como es un principio fundamental que no admite modificación, sería común a ambos [sexos]”. Esta cita caracteriza a la verdad como una virtud única e incluye, a su vez, la reivindicación del rasgo ilustrado de la igualdad.

La igualdad se presentó entonces como el eje central de la reivindicación de las mujeres. Las mujeres pedían igualdad de derechos como ciudadanas en los recientementente instaurados Estados de Derecho. Constancia de ello dejó, por ejemplo, Olympia de Gouges, en uno de los textos que le llevó a la guillotina por reclamar derechos políticos para las mujeres, en la Francia "revolucionaria" de 1791:

Las madres, hijas, hermanas, representates de la nación, piden que se las constituya en asamblea nacional. Por considerar que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos de la mujer son las únicas causas de los males públicos y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados de la mujer (…) Art.1: La mujer nace libre y permanece igual al hombre (…) Art.4: La libertad y la justicia consisten en devolver todo lo que pertenece a los otros; así, el ejercicio de los derechos naturales de la mujer sólo tiene por límites la tiranía perpetua que el hombre le opone; estos límites deben ser corregidos por las leyes de la naturaleza y la razón (…) Art. 6: La ley debe ser la expresión de la voluntad general; todas las ciudadanas y ciudadanos deben participar en su formación personalmente o por medio de sus representantes.”3

Directamente relacionadas con estas posturas (pero con aproximadamente cien años de diferencia en su aparición en la escena política) se encuentran las sufragistas, las cuales realizaron arduas luchas durante décadas reclamando el elemental derecho al voto, el cual consideraban la forma principal de intervención en el poder y el gobierno4. Se veía la necesidad del reconocimiento de las mujeres como sujetos de derecho, en tanto en cuanto esto es lo que les permitiría -accediendo al poder o interviniendo en él con su voto- la modificación de tantos atentados contra su libertad, como las duras medidas contra el adulterio, la ausencia de derechos de divorcio, herencia, propiedad privada o la potestad de los hijos e hijas cuando se separaban.

Para lograr esa soñada igualdad, también fue común el reclamo de una educación igualitaria, en ocasiones reclamada para ilustrar a las mujeres (con su evidente sesgo de clase en el siglo XVIII y gran parte del XIX), en otras ocasiones para darles alternativas o formación laboral, haciendo -en parte- responsable de las opresiones de género a la educación diferencial (o nula educación) para con las mujeres.

Representates de este reclamo educativo fueron, por ejemplo, la filósofa Mary Wollstonecraft,

Porque si se admite que las mujeres fueron destinadas por la Providencia para adquirir las virtudes humanas y, mediante el ejercicio de su entendimiento, esa estabilidad de carácter que es el terreno más firme donde sustentar nuestras esperanzas futuras, se les debe permitir volverse a la fuente de la luz y no forzarlas a moldear su desarrollo por el centelleo de un mero satélite”5

o la novelista Emilia Pardo Bazán, quien afirmó en el Congreso Pedagógico de 1892 que

No puede, en rigor, la educación actual de la mujer llamarse tal educación, sino doma, pues se propone por fin la obediencia, la pasividad y la sumisión. (…) Aspiro señores a que reconozcáis que la mujer tiene destino propio; que sus primeros deberes naturales son para consigo misma, no relativos y dependientes de la entidad moral de la familia que en su día podrá constituir o no constituir; que su felicidad y dignidad personal tienen que ser el fin esencial de su cultura, y que por consecuencia de ese modo de ser de la mujer, está investida del mismo derecho a la educación que el hombre, entendiéndose la palabra educación en el sentido más amplio de cuantos puedan atribuírsele.”6


Si bien muchas feministas eran afines al liberalismo, no se escapó tampoco el análisis conjunto de clase y de opresión de las mujeres: tanto en el movimiento marxista como el anarquista, numerosas mujeres se sumaron al conocido como “difícil matrimonio” entre la lucha anticapitalista y el feminismo. Entre ellas, destacaron Kollontai dentro del marxismo, Emma Goldman en el anarquismo, o las Mujeres Libres en el Estado español asumiendo ambas luchas, entendiendo que si bien hay una opresión de clase, también la hay de género.

Por ejemplo, Alexandra Kollontai planteó que, además de las ataduras de clase, las principales ataduras de las mujeres venían de la mano de la maternidad, la familia y la sexualidad. En este último aspecto fue una visionaria, al plantear que las relaciones interpersonales constituyen algo a tener en cuenta desde la política que no debe quedar relegado al segundo plano del ámbito privado:

Es imperdonable nuestra actitud de indiferencia ante una de las tareas esenciales de la clase obrera. Es inexplicable e injustificable que el vital problema sexual se relegue hipócritamente al casillero de las cuestiones “puramente privadas”. ¿Por qué negamos a este problema el auxilio de la energía y de la atención de la colectividad? Las relaciones entre los sexos y la elaboración de un código sexual que rija estas relaciones aparecen en la historia de la humanidad, de una manera invariable, como uno de los factores esenciales de la lucha social. Nada más cierto que la influencia fundamental y decisiva de las relaciones sexuales de un grupo social determinado en el resultado de la lucha de esta clase con otra de intereses opuestos.(...) Además del extremado individualismo, defecto fundamental de la psicología de la época actual, de un egocentrismo erigido en culto, la crisis sexual se agrava mucho más con otros dos factores de la psicología contemporánea: la idea del derecho de propiedad de un ser sobre el otro y el prejuicio secular de la desigualdad entre los sexos en todas las esferas de la vida, incluida la esfera sexual. (…) La crisis sexual no puede resolverse sin una transformación fundamental de la psicología humana, sólo puede ser vencida por la acumulación de “potencial de amor”. Pero esta transformación psíquica depende en absoluto de la reorganización fundamental de nuestras relaciones socioeconómicas sobre una base comunista. Si rechazamos esta “vieja verdad”, el problema sexual no tiene solución.7

No faltó tampoco, en esta etapa, algunas notas al amor libre o la libre unión, como refleja este fragmento de Amparo Poch y Gascón, miembro fundador del periódico anarcofeminista Mujeres Libres en la España de 1934:

Yo no tengo Casa. Quiero amar en el anchuroso «más allá» que no cierra ningún muro ni limita ningún egoísmo. Mi corazón es una rosa de carne. En cada hoja tiene una ternura y una ansiedad. ¡No lo mutiles! Tengo alas para ascender por las regiones de la investigación y el trabajo. ¡No las cortes! Tengo las manos como palmas abiertas para recoger monedas incontables de caricias. ¡No las encadenes! Crea el nuevo tipo; pon la sal en la Vida; el color y la llama en los besos desiguales. (…) Aprende a desaparecer y descargar de tu presencia; y a conocer el valor del 'yo' libre. Sin nada; ni por dinero, ni por paz, ni por sosiego... ¡Amor libre!8


- Conclusiones

En resumen, les debemos a las feministas de base moderna el reclamo de ser sujetos de derecho, el cuestionamiento de ciertas instituciones como la familia o la educación, y la búsqueda de la liberación de las barreras que este tipo de instituciones interponen a las mujeres. Planteaban la búsqueda de la igualdad social, educativa, cultural, política y económica para las mujeres, y estos principios fueron heredados por muchos movimientos feministas que hasta hoy se enmarcan dentro de lo que es conocido como el feminismo de la igualdad, que tiene como eje el Derecho, los derechos humanos, ser sujetos de derecho y lograr la igualdad plena, la justicia.

Allá por los inicios del siglo XX, después de dos siglos de un feminismo de base moderna, se hizo visibile la inevitable fragmentación del feminismo, cuando el punto de mirada principal, de análisis y reivindicación, deja de ser la igualdad y pasa a ser la diferencia, lo específicamente "femenino"; cuando la lucha ya no se configura como la búsqueda positiva de la igualdad, sino como la ruptura de las cadenas en búsqueda de la liberación.

Sin embargo, hubo resistencias al cambio. En una breve pero brillante exposición, ante una división en el feminismo que veían muy cercana, V. Brittain y W. Holtby escriben: “Mientras la desigualdad exista, mientras la injusticia exista y las oportunidades sean denegadas a la gran mayoría de las mujeres, tendré que ser una Vieja Feminista, con la demanda de la igualdad por delante.”9

[Continuará]


1 Entendiendo por feminismo de la Modernidad lo comprendido entre el siglo XVIII y principios del XX, es decir, la conocida como primera ola del feminismo.
2“Atrévete a saber” Immanuel Kant, ¿Qué es la Ilustración?, 1784
3Olimpia de Gouges, Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana (1791).
4 Las regiones con más movilizaciones fueron Estados Unidos y el Reino Unido. Se caracterizan estos tiempos por la organización de las mujeres (incluso en ocasiones a nivel estatal) y la militancia activa: realizaron un extenso trabajo de difusión y movilización. A lo largo de todos los años de lucha hubo detenidas, maltratadas, torturadas, e incluso en alguna ocasión hasta fallecidas, como es el caso de la famosa activista inglesa Emily Wilding Davison, muerta en una acción directa en 1913, atropellada por un caballo mientras intentaba colgarle una cinta que ponía en inglés “voto para las mujeres”. En cualquier caso, fueron duramente criticadas por enmarcarse dentro del liberalismo, y no responder a las necesidades de todas las mujeres o no incluir a todas las mujeres en sus reivindicaciones, por ejemplo las trabajadoras o las negras esclavas.
5Mary Wollstonecraft, Vindicación de los derechos de la mujer (1792).
6Emilia Pardo Bazán, La educación del hombre y de la mujer. Sus relaciones y sus diferencias (1872), en La mujer española y otros artículos feministas (1976).
7Alexandra Kollontai, Las relaciones sexuales y la lucha de clases, 1911.
8Amparo Poch y Gascón, Elogio del amor libre. Mujeres libres, 1936.
9V.Brittain y W.Holtby, Feminism Divided (1926).

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